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La respuesta a la vieja pregunta es Shozahu... ¿Por qué?
Mamá está en la casa de campo, la llave está en la mesa, no hay necesidad de hacer el desayuno. Llegan las vacaciones, ocho años, en agosto serán nueve. Son las nueve de agosto, las siete del reloj, el cielo es ligero y plano, el sol ha dejado mechas desteñidas en mi pelo. Un mechón somnoliento se aferró a la palma de mi mano, y dejó que se deslizara entre mis dedos. Vitya, desde el décimo piso, llama de nuevo para nadar. Debemos apresurarnos lo más rápido posible, por si huyen y nos dejan atrás. Vitya ha terminado el cuarto curso, lo que significa que ya es casi mayor. Pantalones cortos y camiseta, un atuendo sencillo, una manzana para mi merienda. Vitya me enseñará a bucear, lo prometió, lo recuerdo. Hacia el río, el camino es áspero, escarpado y familiar. Los pies polvorientos como las manoplas de la madre. Las hojas son como trapos con este calor. Tal vez juguemos más tarde, pediré el escondite. Vitya, es amable, como el niño de Julio Verne. Les pediré que me dejen conducir, supongo que me dejarán. Estará oscuro por la noche. Un día antes del fin de semana. Me vuelvo hacia la pared. Ciento noventa y nueve.
Mamá está en la casa de campo. Bicicleta. Tengo un examen mañana. El sol lame la sinopsis con ojos acariciadores. Mañana y toda la noche para sentarse y esperar el verano. En agosto seré estudiante, ahora no soy ninguna de las dos cosas. El pan está rancio y el queso está fuera del cuchillo. Vitya, del décimo piso, está ahora en su tercer año. Conoce a todos los profesores inteligentes, escribe software en la empresa. Es delgado, irónico y de cejas negras, como un héroe de película. Escribe notas a mi hermana, le regala flores cuando le pagan, pero yo nado más rápido y compongo mejor. Es que la cara de mi hermana es más ligera, yo más pesada y mala, nos subimos al porche y volamos una cometa. Parece que se van por la noche, estoy viendo salir el tren. El río cruje, cruje a mis pies, ahora me llega hasta la cintura. Setenta y ocho, setenta y siete, lloro de espaldas al tren. Que se escondan, todos ellos, no los buscaré.
Mamá está en la casa de campo. Me zumba la cabeza. Un sinsentido somnífero. El gato acurrucado en mi pecho, el sol en mi manta. Tazas, palmas y saltos, café, rezo. ¿Alguien me vio ayer? Mejor no decirlo. Que sea el gran secreto de un pequeño desenfreno, todos estaban borrachos, ingrávidos, calientes con el cálido aliento de su hermano, la garganta ronca por la charla, las cenizas volaban desde el balcón, todos a la vez, y todos solos, vivos y revoltosos. Si aportamos un rublo cada uno, el desayuno llegará a nuestra cabaña, Señor, cómo os quiero a todos, arco iris en las palmas de mis manos. La calle en el encaje soleado, Vitya, lavar los platos. Puedes acostarte y volver a la vida. Podemos ir al río. Te atraparé y te someteré, haré que te corten el pelo, que te afeiten. Nariz a la corteza rota. Treinta y cuatro, treinta...
Mamá está en la foto. Las llaves están en la cerradura. Ocho horas hasta el verano. El sol en las paredes, en la mochila, en las viejas sandalias. Patas dormidas por la plaza y ningún sitio al que ir. Vitya está en América. Estoy en Moscú. Un río en mi lejana infancia. La manzana se ha comido, el tren se ha ido, va a Niza en algún lugar, empiezo a contar desde cien, mi vida desde uno. Luchando, llorando con ella al unísono, payasos en la arena. "Veintiuno", murmuro entre sueños. "Cuarenta", ríe el tiempo. Cuarenta y la primera gris, cuarenta y uno al hospital. Veintiuno, vivo solo. Veinte, ojos para luchar, piernas arañadas, demonio en mi costilla, mis pensamientos se desbocan, alguien me espera en el patio, alguien está en el décimo. Diez, termino el cuarto grado, no tengo que hacer el desayuno. Tengo que darme prisa con todas mis piernas y ojos. Cumpliré nueve años en agosto. Ocho, para llevar las llaves alrededor de mi cuello, para fundirme en un himno soleado...
Tres. Dos. Uno. Voy a buscar. Señor, ayúdame.
Jozek se despierta en mitad de la noche, se agarra a su mano y respira con dificultad:
"Tuve un sueño aterrador, tenía tanto miedo por ti..."
Magda duerme como un bebé, sonriendo en sueños, sin poder oír.
Le besa el hombro, va a la cocina y enciende un mechero.
Entonces vuelve y mira y la cama está completamente vacía,
- ¿Qué demonios? - Józio piensa. - ¿Dónde podría haber ido?
"Magda está muerta, Magda se fue hace tiempo", recuerda de repente,
Y así se queda en la puerta, aturdido, con el corazón palpitante...
Magda tiene calor y algo le oprime el pecho, se sienta en la cama.
- Jozek, voy a abrir la ventana, ¿de acuerdo? - le susurra al oído,
Le acaricia la cabeza, le toca suavemente con los dedos,
Va a la cocina, bebe agua y vuelve con una taza.
- ¿Tienes sed? - y no hay nadie, nadie responde.
"¡Murió hace mucho tiempo!" - Magda se sienta en el suelo y aúlla.
Por quinto año, las zarzas y la hiedra han rodeado sus vallas.
Y todavía sueñan y se sueñan.
No, es una cuestión de principios).
Hola,
¿Escriben en las paredes en San Petersburgo?
Hola,
¿Ya están escribiendo en las paredes de San Petersburgo?
Hola )
Sí, Peter es la ciudad de los hooligans inteligentes).
¡Es una barbaridad!
Me han vuelto a desbanear.
¿Cuánto durará esta bacanal?
¿Cuánto tiempo puedo pedir que me baneen para siempre?
Tendremos que hacerlo de nuevo...
Por el método de aproximación sucesiva. Un mes.