El argumento a favor de los corredores de piso
Un investigador concluye que son vitales para mantener la coherencia en las bolsas de valores
Por Bradley Hope
martes, 16 de septiembre de 2014 12:24 EDT
Daniel Beunza ha dedicado los últimos 13 años a escudriñar el idioma arcano y los rituales de una tribu aislada en peligro de extinción por los avances del mundo moderno. Su conclusión: hay que salvar a los operadores de piso.
Con libreta en mano, el profesor de la London School of Economics acompañó a corredores de la Bolsa de Nueva York dentro y fuera del piso de operaciones, siguiéndolos en salidas nocturnas a bares del sur de Manhattan, excursiones de pesca y cenas en el restaurante en Long Island de un ex colega. Como sociólogo económico, Beunza quería documentar el oficio en extinción de los operadores y averiguar qué se perdería si los seres humanos fueran eliminados de la compra y venta de valores. "La cultura es absolutamente fundamental" en la forma en que funciona el piso de operaciones, señala.
Cuando Beunza comenzó su investigación, los corredores de piso seguían siendo un engranaje central en la operación de la mayoría de los mercados globales. Esto ha cambiado drásticamente, conforme la mayoría de las bolsas del mundo han cerrado sus pisos de operaciones para adoptar sistemas automatizados. Entre los pocos que se siguen resistiendo está la Bolsa de Nueva York, que ha reducido gradualmente el número de corredores, desde unos 5.000 en el punto máximo de la bolsa a principios de la década de 2000 a menos de 1.000 actualmente.
Existe una creencia persistente de que la Bolsa de Nueva York con el tiempo también cerrará su piso de operaciones. Beunza opina que sería un error. Sostiene que el toque humano tiene importancia, ya que los corredores "pueden darle sentido a las cosas en momentos de incertidumbre". Un momento clave, dice, es la fraternidad entre los operadores —sigue habiendo pocas mujeres en el piso— que observó durante su investigación, que inició cuando estaba haciendo su doctorado en administración de empresas en la Universidad de Nueva York.
Gracias al uso de herramientas de etnografía —integrándose al grupo que estudiaba, intentando comprender la forma en que perciben el mundo, sus costumbres y creencias— el español de 42 años cuenta que afrontó su tarea "como si fueran los últimos miembros de una tribu o una pequeña aldea aislada".
Beunza aprendió que muchos de sus sujetos eran hijos de operadores, que a su vez eran hijos de operadores. Normalmente de familias modestas, a menudo se agrupaban por religión o cultura —los irlandeses católicos y los italianos dominan— y se reunían en comunidades de Staten Island, Nueva Jersey y Long Island. El investigador también desarrolló un glosario para poder seguir la conversación (cuando un operador gritaba "tengo 35 a 2", eso podría significar que tenía 3.500 acciones a un precio de US$2).
Danny O'Donnell, de 50 años, es un ex corredor que es dueño del restaurante Tres Palms en Babylon, Nueva York, que frecuentan los operadores. Cuenta que al principio quedó desconcertado ante la presencia de un investigador con un fuerte acento que indagaba sobre su visión del mundo, pero con el tiempo llegó a valorar su método. "Procura meterse en las preguntas psicológicas y lo que estaba pensando" cuando tomaba decisiones en el piso, dice O'Donnell, quien se queja que la automatización ha convertido la mayoría de las operaciones bursátiles en algo como un "videojuego de póker".
Beunza concluyó que el código de conducta informal y los vínculos casi familiares hacen más eficientes las operaciones en el piso.
El episodio que cristalizó su forma de pensar fue el "flash crash" de 2010, cuando el Promedio Industrial Dow Jones cayó casi 1.000 puntos en cuestión de minutos antes de recuperarse rápidamente. Algunas acciones de empresas grandes cotizaron de manera misteriosa y momentánea a un centavo de dólar, mientras que otras se dispararon a US$99.999. Los reguladores concluyeron más tarde que la situación se exacerbó por las grandes cantidades de operaciones automatizadas y algorítmicas.
Si bien otras bolsas cancelaron más de 20.000 transacciones ese día, el principal mercado de la Bolsa de Nueva York no canceló ninguna. Beunza atribuye esto a que los corredores de piso frenaron el ritmo de las operaciones y reinstauraron la racionalidad a los precios.
Otros académicos han llegado a conclusiones distintas sobre el valor de los operadores de piso. Varios profesores argumentaron en la revista Journal of Finance en 2010 que las transacciones electrónicas y algorítmicas en la bolsa estadounidense mejoraron la liquidez, redujeron los diferenciales y realzaron el aspecto informativo de las cotizaciones.
Beunza y un colega, Yuval Millo de la Universidad de Leicester, se preparan para presentar un estudio basado en su investigación a Organization Science, una revista académica sobre estrategia, gestión y teoría de la organización.
Intercontinental Exchange Inc., que compró la Bolsa de Nueva York en 2013, ha indicado que no tiene planes de cerrar el piso. Beunza está entre los que esperan que el piso de la Bolsa de Nueva York sobreviva por muchos años. "Apple comprendió el valor de las tiendas. Las aerolíneas entienden que los pilotos no están sólo para la publicidad. En ambos casos, no se trata sólo de gente, sino de la mezcla adecuada de tecnología y gente".